-¡Stefan! Lo siento, no debía de haberte contestado así, es solo que odio que la gente se compadezca cuando no tienen ni idea de lo que ha pasado. –Tal vez eso no ocurriría si me contases que te ha pasado.- Le miré directamente a la cara, y me paré en seco. No estaba preparada para hablar con nadie de aquello, pero por otra parte Stefan tenía razón.–Yo, bueno vale. Pero no quiero que me interrumpas en ningún momento-Cogía aire y comencé a contarle todo.- Yo estaba saliendo con Justin, un chico rubio de ojos azules que es igual que tú. El día antes de que hiciésemos once meses juntos, salimos a pasear y a tomar un helado. Al pasar por delante de una floristería, Justin vio unas rosas rojas y dijo que me compraría doce. Cruzó la calle, y cuando estaba a punto de poner un pie en la acera…-Tuve que parar para coger aire, ya que posiblemente me iba a echar a llorar- Acabamos yendo al hospital. Su entierro fue el día doce de abril, cuando hacíamos once meses.
Stefan se quedó callado un momento, y luego me cogió de la mano y me miró a los ojos. Yo aguanté su mirada, pero retiré la mano discretamente. –Lo siento mucho. Pensé que era que lo habías dejado, o algo así. No me imaginé que hubiese ocurrido esto. –No pasa nada. Es por eso por lo que me cuesta estar cerca de ti. Me recuerdas tanto a él…. Regresamos con el resto del grupo. Yo no me encontraba especialmente bien, pero dado que Elena se lo estaba pasando de maravilla decidí no arruinarle el día. La conversación con Stefan había reabierto la herida de mi pecho, y ahora notaba como me iba consumiendo por dentro. A la hora de la comida, Alex y Elena desaparecieron, y yo me quedé sola con Stefan y Pietro. Pietro se fue a nadar y al final sólo quedamos Stefan y yo. Todavía me dolía estar con él, la herida de mi pecho no se había cerrado. Stefan se tumbó en la arena y me acarició la espalada. Yo me gire sobre mi misma y me quedé mirando al cielo. Stefan no se molestó y se giró hacia mí de nuevo. Yo le miré, y comencé a reírme como una loca -¿Te ocurre algo?-Stefan también estaba sonriendo ligeramente, pero me obligué a mi misma a no mirarle, simplemente para no ver esa sonrisa tan familiar. –Sí, sí-conseguí decir entre risa y risas-Es sólo que me hace gracia esta situación. Yo me quito y me niego y tú sigues insistiendo-me puse seria de nuevo-¿Por qué, Stefan? ¿Por qué te haces…nos haces daño asi?
-Nicole, yo no pretendo hacerte daño-se apoyo sobre su codo y me miró desde ahí arriba-Simplemente intento que no te den ganas de suicidarte…Hacerte feliz, esas cosas.
–Pero, ¿por qué? Quiero decir-me apoye yo también sobre mi codo y le mire directamente a los ojos- seguro que en nuestro grupo hay un montón de chicas que suspiran por ti y que no han perdido a nadie recientemente. –Ya, pero-Stefan sonrió, y yo me lleve las manos al pecho-tú eres diferente. Me gusta tu manera de ser,como afrontas las cosas... Yo estaba completamente desorientada. ¿Era una declaración? Pero no podía ser, yo no estaba preparada para cosas así, y menos para alguien como Stefan. Stefan era una persona que irradiaba felicidad por todos los poros. Era esa clase de persona con la que todo el mundo querría estar. Sus ojos se encontraban fijos en los míos, y estaban llenos de resolución, sólo que yo no supe descifrarlos. Después de unos segundos, Stefan retiró la mirada y se tumbó en su toalla, con una cara igualmente indescifrable que su sonrisa. Decidí hacer acopio de valor y romper el hielo: -Bueno, Stefan, ¿por qué no me cuentas algo sobre ti? -Nací en Roma, pero cuando apenas tenía un año, mis padres se mudaron a una pequeña isla, llamada San Pietro, situada en la costa Oeste de Cerdeña. Me crié allí, en Caloforte, y cuando mis padres se separaron, volví con mi madre a Roma. –Vaya. Me gusta el nombre de Caloforte. Háblame de tu vida allí.-La conversación me estaba divirtiendo bastante, y decidí que podría olvidar el dolor durante unos minutitos. –Fui al instituto de allí, al Gioia Tauro. Era un instituto muy pequeño, por lo que nos conocíamos todos. Fue la época más feliz de mi vida. Luego, cuando cumple los catorce, mis padres se separaron y yo me fui a la enrome Roma, “ciutate de vida e mortte”, y todo cambió. Mis amigos, mi familia, e incluso yo. Hasta hace un año iba todos los veranos a Caloforte con mi padre, pero incluso esa isla se me quedó pequeña. Imagínate, un chico de ciudad, acostumbrado a su Vespa, a las bebidas más fuertes, que de repente llega a un pequeño pueblo en el que todos se conocen y por tanto no hay alcohol ni cigarros, ni nada… Un fin de semana me descontrolé, por así decirlo,y mis padres decidieron mandarme a este campamento.
-¿Descontrolarse? -Sí.-Stefan sonrió y se tumbó en su toalla de nuevo. Yo me puse las gafas de sol y me tumbé boca arriba, dejando que mis pensamientos volaran, libres como el mar y las gaviotas de aquella pequeña fantasía en la que me encontraba.
viernes, 21 de mayo de 2010
Capitulo 3-Heridas reabiertas
Elena cerró la puerta en las narices de un Stefan perplejo, y corrió al baño a cambiarse. Yo fui a mi cama y abrí mi maleta, y saqué mi neceser y una caja que siempre llevaba conmigo. Abrí la caja mientras mis manos temblaban, y saqué la foto en la que aparecía él. Me obligaba a mí misma a no pensar ni pronunciar su nombre desde el día del accidente, pero los meses siguientes fueron horribles. Recordaba con total claridad esa tarde de abril en la que habíamos salido a pasear por el parque. Recordé sin quererlo el día que me dieron la noticia, el mismo en el que cumplíamos once meses. Mientras miraba la foto, las lágrimas se agolparon en mis ojos y comenzaron a derramarse en una foto en la que un chico rubio, de ojos azules, abrazaba a una chica que irradiaba felicidad, pero que en poco se parecía a la que era yo hoy por hoy. Mi pelo rubio había crecido considerablemente, y ahora lo llevaba por la mitad de la espalda. Mi cara estaba más demacrada y delgada que antes, y mis ojos azules estaban tristes y melancólicos la gran parte del día. Elena siempre me decía que parecía más mayor de lo que era, porque dice que las tragedias hacen crecer a las personas.
En ese momento Elena salió del baño y me vio llorando y abrazando la foto de Justin.
-Nico, Nicole, tranquila, estoy aquí contigo. Shh, no llores más.
- No puedo Ele, no puedo. Quiero volver a estar con él, Ele.
Elena me acarició la cara y me susurró palabras de cariño mientras me desmaquillaba y volvía a maquillarme. Cuando vio que yo me hube calmado, guardó la foto y la rosa en la caja y se puso en pie, muy seria.
-Pensé que ya lo habías superado, Nicole.
-Lo siento, no puedo evitarlo.
-No pasa nada, pero ahora vamos a salir a ver a esos chicos, de acuerdo?
Al final llegamos veinticinco minutos tarde, pero a los italianos no les importó, y se comportaron todos muy bien con nosotras, bueno, con Elena, porque al bajar a la playa yo me alejé caminando por la orilla mientras pensaba en Justin. Llevaba siempre la cadena con la J que me había regalado por mi cumpleaños, por mucho que Elena hubiese intentado quitármela. Estuve pensando en el entierro de Justin, en como su hermana de diez años se había acercado a mí y me había dicho que él me quería mucho, en como lloraban sus padres… Aquel día no dormí nada. Justin había sido mi mejor amigo antes de ser mi novio, y todo lo que nos unía desapareció a la misma velocidad que su vida. Recordé las palabras del médico cuando salió de la sala de UVI y nos comunicó la noticia. Elena y yo estábamos estudiando, y los padres de Justin hablaban con diversos familiares, y les decían que había esperanzas. Cuando el médico salió, toda la sala quedó en un silencio sepulcral, y yo me levanté y esperé y recé y deseé que hubiese salido bien. Las palabras del médico, que tantas veces había escuchado pronunciar en las pelis-dramones, cayeron sobre mí como un mazazo. “Hemos hecho todo lo que hemos podido, pero Justin ha fallecido” Zas. La madre de Justin se abrazó al padre y lloró, mientras su marido enterraba la cabeza en su pelo y lloraba también. Elena me miró un buen rato, mientras yo negaba con la cabeza y comenzaba a respirar con dificultad. Caí al suelo de rodillas, llorando, mientras Elena se agachaba conmigo y me consolaba.
-¡Nicole! ¡Eh, Nicole!
El grito de Stefan me devolvió a la playa del Caribe. Giré la cabeza y le vi correr hacia mí. Dios mío, era exactamente igual que Justin
-Nos volvemos a la residencia, pero hemos quedado todos mañana para bajar a la playa pronto. Te veré en el desayuno.
Se alejó corriendo, yo hice lo propio. Corrí hacia Elena mientras el pelo se llenaba de salitre y los pies se me mojaban. Cuando llegué donde estaba Elena, estaba casi sin aliento.
-Vamos, que se hace tarde. ¿No habrás estado llorando, eh?
-No, que va.
Nos fuimos a la residencia a toda prisa. Yo me duché y saqué toda la ropa de mis maletas mientras Elena hablaba por teléfono con Alex, uno de los italianos.
-Vaya, veo que no has perdido el tiempo.
-Oh, Nicole,-dijo cuando colgó el teléfono- Alex es perfecto. Me ha dicho muchas cosas bonitas, y dice que mañana me va a llevar a dar una vuelta en patín.
-Eso si tú no te ahogas antes de montar.
Empezamos a reírnos como locas, hasta que yo me quedé dormida. Elena me tapó y se metió en la cama también.A la mañana siguiente, Amanda nos despertó aporreando la puerta. Elena y yo nos levantamos y abrimos la ventana. Un sol perfecto iluminaba Salem Beach, e hizo que me diesen ganas de llorar. Ojalá Justin pudiese ver este lugar…Me vestí unos pantalones de flores y una camiseta básica blanca y bajé a desayunar con Elena. Cuando llegamos al comedor, Stefan, Alex y el resto de los italianos nos habían guardado un sitio. Genial. Yo había ido para olvidar lo de Justin, y me encontraba con que su doble posiblemente estaba interesado en mi mejor amiga.
-Hola hermosa-dijo Alex cuando llegamos a la mesa.
-Ciao, Alex-Elena me pidió que la enseñase a hablar italiano, pese a lo que a mí me costaba recordar aquel idioma, que yo misma aprendí porque los padres de Justin eran de allí. Stefan me miró y sonrió, y yo tuve que llevarme las manos al pecho para evitar que aquel agujero se abriese más. No iba a aguantar seis semanas viéndole constantemente. Stefan pareció darse cuenta, ya que dejó de sonreír, para alivio mío. –Disculpa ¿te encuentras bien? -Sí, sí. Perdona, es que me he mareado. –No mientas. No es la primera vez que te veo hacer ese gesto cuando hablas conmigo. Además, hablas el italiano como si te doliese. ¿qué te han hecho? -Yo… Nadie me ha hecho nada.-¿Disculpa? ¿Por qué se interesaba por mí un desconocido? Además, hablar de Justin o de cualquier cosa que tuviese que ver con él me mataba por dentro. ¿Porqué nadie podía entenderme? Me levanté y me fui a mi habitación, ante la mirada atónita de Elena y del resto de los italianos. No iba a volver a llorar, no me lo permitiría. Cogí mi bolsa de la playa y metí dentro la toalla, las gafas, el móvil, la crema solar y el ipod y me fui a disfrutar de un poco de sol, alejada de Stefan y del resto de italianos. Me tumbé en la arena y me quedé dormida. Cuando me desperté, Elena, Alex, Stefan y otro chico que creo que se llamaba Pietro estaban sentados conmigo. Al ver que habría los ojos, Elena sonrió y me abrazó fuerte. –Me has asustado, tía. Creíamos que te habías desmayado o algo así. –Discúlpame por lo del comedor, Elena me ha contado que has pasado por un mal momento. -¿Mal momento? Stefan, no ha sido un mal momento, ha sido una tragedia. Y no necesito que nadie se compadezca de mí.- Odiaba que la gente me dijese que lo comprendía, que sabía por lo que estaba pasando, cuando no tenían ni idea. No sabían lo que era no dormir, llorar todas las noches, tener que estudiar sin poder concentrarme, echarle de menos…. Stefan pareció molesto por mi respuesta, ya que se levantó y se fue a pasear por la orilla. Elena me miró y negó con la cabeza. Yo me levanté y corrí detrás de él.
En ese momento Elena salió del baño y me vio llorando y abrazando la foto de Justin.
-Nico, Nicole, tranquila, estoy aquí contigo. Shh, no llores más.
- No puedo Ele, no puedo. Quiero volver a estar con él, Ele.
Elena me acarició la cara y me susurró palabras de cariño mientras me desmaquillaba y volvía a maquillarme. Cuando vio que yo me hube calmado, guardó la foto y la rosa en la caja y se puso en pie, muy seria.
-Pensé que ya lo habías superado, Nicole.
-Lo siento, no puedo evitarlo.
-No pasa nada, pero ahora vamos a salir a ver a esos chicos, de acuerdo?
Al final llegamos veinticinco minutos tarde, pero a los italianos no les importó, y se comportaron todos muy bien con nosotras, bueno, con Elena, porque al bajar a la playa yo me alejé caminando por la orilla mientras pensaba en Justin. Llevaba siempre la cadena con la J que me había regalado por mi cumpleaños, por mucho que Elena hubiese intentado quitármela. Estuve pensando en el entierro de Justin, en como su hermana de diez años se había acercado a mí y me había dicho que él me quería mucho, en como lloraban sus padres… Aquel día no dormí nada. Justin había sido mi mejor amigo antes de ser mi novio, y todo lo que nos unía desapareció a la misma velocidad que su vida. Recordé las palabras del médico cuando salió de la sala de UVI y nos comunicó la noticia. Elena y yo estábamos estudiando, y los padres de Justin hablaban con diversos familiares, y les decían que había esperanzas. Cuando el médico salió, toda la sala quedó en un silencio sepulcral, y yo me levanté y esperé y recé y deseé que hubiese salido bien. Las palabras del médico, que tantas veces había escuchado pronunciar en las pelis-dramones, cayeron sobre mí como un mazazo. “Hemos hecho todo lo que hemos podido, pero Justin ha fallecido” Zas. La madre de Justin se abrazó al padre y lloró, mientras su marido enterraba la cabeza en su pelo y lloraba también. Elena me miró un buen rato, mientras yo negaba con la cabeza y comenzaba a respirar con dificultad. Caí al suelo de rodillas, llorando, mientras Elena se agachaba conmigo y me consolaba.
-¡Nicole! ¡Eh, Nicole!
El grito de Stefan me devolvió a la playa del Caribe. Giré la cabeza y le vi correr hacia mí. Dios mío, era exactamente igual que Justin
-Nos volvemos a la residencia, pero hemos quedado todos mañana para bajar a la playa pronto. Te veré en el desayuno.
Se alejó corriendo, yo hice lo propio. Corrí hacia Elena mientras el pelo se llenaba de salitre y los pies se me mojaban. Cuando llegué donde estaba Elena, estaba casi sin aliento.
-Vamos, que se hace tarde. ¿No habrás estado llorando, eh?
-No, que va.
Nos fuimos a la residencia a toda prisa. Yo me duché y saqué toda la ropa de mis maletas mientras Elena hablaba por teléfono con Alex, uno de los italianos.
-Vaya, veo que no has perdido el tiempo.
-Oh, Nicole,-dijo cuando colgó el teléfono- Alex es perfecto. Me ha dicho muchas cosas bonitas, y dice que mañana me va a llevar a dar una vuelta en patín.
-Eso si tú no te ahogas antes de montar.
Empezamos a reírnos como locas, hasta que yo me quedé dormida. Elena me tapó y se metió en la cama también.A la mañana siguiente, Amanda nos despertó aporreando la puerta. Elena y yo nos levantamos y abrimos la ventana. Un sol perfecto iluminaba Salem Beach, e hizo que me diesen ganas de llorar. Ojalá Justin pudiese ver este lugar…Me vestí unos pantalones de flores y una camiseta básica blanca y bajé a desayunar con Elena. Cuando llegamos al comedor, Stefan, Alex y el resto de los italianos nos habían guardado un sitio. Genial. Yo había ido para olvidar lo de Justin, y me encontraba con que su doble posiblemente estaba interesado en mi mejor amiga.
-Hola hermosa-dijo Alex cuando llegamos a la mesa.
-Ciao, Alex-Elena me pidió que la enseñase a hablar italiano, pese a lo que a mí me costaba recordar aquel idioma, que yo misma aprendí porque los padres de Justin eran de allí. Stefan me miró y sonrió, y yo tuve que llevarme las manos al pecho para evitar que aquel agujero se abriese más. No iba a aguantar seis semanas viéndole constantemente. Stefan pareció darse cuenta, ya que dejó de sonreír, para alivio mío. –Disculpa ¿te encuentras bien? -Sí, sí. Perdona, es que me he mareado. –No mientas. No es la primera vez que te veo hacer ese gesto cuando hablas conmigo. Además, hablas el italiano como si te doliese. ¿qué te han hecho? -Yo… Nadie me ha hecho nada.-¿Disculpa? ¿Por qué se interesaba por mí un desconocido? Además, hablar de Justin o de cualquier cosa que tuviese que ver con él me mataba por dentro. ¿Porqué nadie podía entenderme? Me levanté y me fui a mi habitación, ante la mirada atónita de Elena y del resto de los italianos. No iba a volver a llorar, no me lo permitiría. Cogí mi bolsa de la playa y metí dentro la toalla, las gafas, el móvil, la crema solar y el ipod y me fui a disfrutar de un poco de sol, alejada de Stefan y del resto de italianos. Me tumbé en la arena y me quedé dormida. Cuando me desperté, Elena, Alex, Stefan y otro chico que creo que se llamaba Pietro estaban sentados conmigo. Al ver que habría los ojos, Elena sonrió y me abrazó fuerte. –Me has asustado, tía. Creíamos que te habías desmayado o algo así. –Discúlpame por lo del comedor, Elena me ha contado que has pasado por un mal momento. -¿Mal momento? Stefan, no ha sido un mal momento, ha sido una tragedia. Y no necesito que nadie se compadezca de mí.- Odiaba que la gente me dijese que lo comprendía, que sabía por lo que estaba pasando, cuando no tenían ni idea. No sabían lo que era no dormir, llorar todas las noches, tener que estudiar sin poder concentrarme, echarle de menos…. Stefan pareció molesto por mi respuesta, ya que se levantó y se fue a pasear por la orilla. Elena me miró y negó con la cabeza. Yo me levanté y corrí detrás de él.
jueves, 20 de mayo de 2010
Capitulo 2-Amistad inesperada

Un estridente grito me ayudó a bajar de mis pensamientos. Era Elena:
- ¿Se puede saber que te pasa hoy, Nicole? Oh, ¡no me creo que estés llorando!
- ¿Qué? ¿Llorando? Ah, No es nada estoy bien, solo que ese de allí se parece tanto a…- señalé a aquel chico.
- Oye Nicole, hemos hablado muchas veces sobre este tema. Ya sabes lo que tienes que hacer. Es importante que cumplas tu promesa. De hecho llevabas tiempo sin acordarte…- lo dijo secándome una lagrima que caía por mi mejilla.
La abracé con todas mis fuerzas e intenté dejar de llorar. Más o menos lo conseguí, la miré a los ojos y no tengo ni idea de cómo, pero consiguió sacarme una media sonrisa.
- ¿sabes qué? Que este va a ser el verano de nuestras vidas, y no pienso dejar que lo empecemos así. Ha sido nuestro sueño siempre el venir aquí. Y ahora que lo estamos consiguiendo no voy a echarme atrás. – La gran sonrisa que inundó mi cara fue la que, de pronto, cerró de golpe esa herida enorme de mi pecho. Una vez más lo había conseguido, pero gracias a mi mejor amiga.
De pronto, un chico chocó con mi espalda bruscamente. Me giré esperando un ‘disculpa’ o algo por el estilo. Pero nada. Ni se inmutó. Pasó por delante de mí riendo con sus 4 amigos.
-¡Ey! ¡Se pide perdón idiota! ¡Haber si aprendemos a ser educados!
Entonces me arrepentí de que Elena hubiera pronunciado esas palabras. Aquel chico se dio la vuelta y se dirigió hacia dónde estábamos nosotras.
- ¿Perdona? Repite eso por favor, creo que no te he oído bien.
¡Vaya! Era realmente guapísimo. Últimamente la gente está demasiado desaprovechada. Los más guapos suelen ser los más gilipollas.
Como era de esperar, Elena no se cortó en absoluto y le respondió:
- Mira, tocas a mi amiga y me has tocado a mí, ¿entiendes? Asique yo que tú me daría la vuelta y me metería en al autobús antes de que te arrepientas del todo.
A veces, Elena se pasa demasiado. Creo que ahora él se había cabreado mucho más. Por otro lado, a su derecha se encontraban todos sus amigos, riendo a carcajadas por el comentario de mi mejor amiga. Cómo ya no soportaba más la vergüenza que me estaba haciendo pasar decidí calmar la situación:
- vale ya Elena, olvídate de él, ignórale. Vamos a subir al autobús.
La agarré fuertemente del brazo y la empujé hacia la dirección en la que se encontraba el vehículo. Ella siguió con la mirada a ese chico hasta que entró dentro.
- ¡Qué estupido! ¿Has visto cómo me miraba?
- Escúchame Elena, no sigas porque no merece la pena. Ignórales, como si no existieran, ¡no lo eches todo a perder el primer día!
Nos sentamos en un sitio de dos situado a la derecha del autobús, más o menos a la mitad. Una chica de unos 16 años, que había entrado tras nosotras, no conseguía colocar la maleta en la parte de arriba de su asiento. Se había sentado a nuestra misma altura pero en los de la izquierda. Iba sola asíque decidí ayudarla. Sería la ocasión perfecta de hacer algún amigo más. Me levanté de mi asiento y la ayudé. Pesaba muchísimo.
- Gracias- dijo con una voz tímida.
- De nada- contesté intentando parecer simpática- ¿Vienes sola?
- Si... No conozco a nadie – sonrió un poco.
- Yo soy Nicole y ella es Elena
Elena saludó con la mano desde su asiento.
- Yo soy Sandra.
El autobús arrancó y el viaje se me pasó demasiado rápido. A pesar de que duró aproximadamente una hora.
Aquella chica, Sandra, era bastante agradable. Estuvimos todo el viaje hablando las tres y nos contaba cómo se le ocurrió venir aquí.
Cuando ya casi estábamos llegando dejamos de hablar para observar todo lo que había a nuestro alrededor. Era impresionante. Era un lugar de ensueño.
El campamento estaba muy solitario. Todo a su alrededor era desierto. No había nada. Y eso le hacía aún más interesante.
Era un grandísimo recinto rodeado de árboles, junto a la cristalina playa. Tan solo se veían unos cuantos edificios que supuse que serian las instalaciones del lugar.
Pero lo que más llamó mi atención era la cantidad de lugares que había por alrededor para explorar, para rebuscar, para ser feliz cómo llevábamos tanto tiempo deseando.
Y llegó el momento, el autobús se detuvo por fin. Salimos las tres a buscar la maleta. Una sensación de felicidad invadió mi corazón. Ese olor a playa, a Caribe… Era increíble.
Ya habíamos llegado y ahora solo tocaba una cosa: ¡Disfrutar de la vida!¡Disfrutar de estas 6 semanas, vivir mi vida! Ya era hora… Mientras me quedaba embobada mirando las instalaciones, unos golpecitos suaves en el hombro hicieron que me girase, y al hacerlo vi al chico que me había empujado antes.
-Disculpa por el empujón de antes…Soy Stefan-Me tendió la mano amablemente, y yo se la estreché -
-Tranquilo, no pasa nada. Yo soy Nicole, y la chica fanfarrona-me gire hacia Elena, que hablaba animadamente con Sandra- es Elena, mi mejor amiga.
Stefan me miró y luego sonrió. Aquella sonrisa hizo que la misma brecha que se me había abierto cuando le había visto por primera vez se volviese a abrir. No podía evitar fijarme en lo mucho que se parecían, en la misma sinceridad de sus sonrisas, en sus ojos azules…. Stefan pareció darse cuenta de que me pasaba algo, y me preguntó amablemente.
-¿Te encuentras bien?
-Sí, sí, gracias.- Iba a añadir algo más, pero Amanda y otros dos chicos se acercaron al grupo y comenzaron a distribuirnos en las habitaciones del complejo.
-Elena Binjou y Nicole Lexington, habitación 123, en el edificio C- Elena y yo nos miramos y nos acercamos a recoger la llave de nuestra habitación- Aquí tenéis el horario de actividades y un mapa del complejo para los primeros días. Divertíos.
Elena y yo salimos corriendo hacia el edificio donde estaba nuestra habitación. Cuando abrí la puerta, Elena chilló como una loca y se tiró en plancha en una cama que estaba situada junto a la puerta del baño.
-¡Me pido ésta!
Mientras yo me desternillaba de risa y me acercaba a la cama que estaba situada a la ventana, alguien llamó a la puerta de nuestra habitación. Elena se levantó y fue A ABRIR LA PUERTA MIENTRAS YO ME METÍA EN EL BAÑO A ASEARME. Después del insufrible viaje mi cara era espantosa, asique me desmaquille y volví a maquillarme. M estaba pintando la raya cuando escuché gritar a Elena una serie de tacos que más bien parecían salidos de la boca de un rapero
-¡Elena! ¡Por Dios!
-Nicole, dile a tu amigo Stefan que se largue de aquí, que tú hablas italiano, y a mi o no me entiende o no me quiere entender-No pude evitar sonreír, después de todo Stefan había venido a verme. Pero volví a ver aquella sonrisa, y otra vez aquella sensación de mareo se apoderó de mí. Mientras intentaba no caerme, me acerqué a Stefan y le sonreí lo mejor que pude:
-Stefan, creo que no deberías estar aquí
-Perdona, pero el toque de queda es dentro de dos horas, y pensé que tal vez OS apetecía-levanto la voz mientras pronunciaba esas palabras-venir conmigo y mis amigos a dar una vuelta.
Evidentemente, yo estaba a punto de echarme a llorar y de decirle que no, pero Elena se me adelantó y dijo un sí en todos los idiomas que conocía, mientras movía frenéticamente la cabeza.
-Perfecto! Danos tres minutos y allí estaremos
Capitulo 1-Salem beach

Posiblemente esta haya sido la época en la que más haya aprendido acerca de la vida. Aún recuerdo los primeros días en aquel campamento… Teníamos 17 años y estábamos en la típica edad adolescente en la que, según dicen todas las madres, no hay quien nos entienda. Posiblemente fuera eso, o posiblemente es que no querían entendernos; fuera lo que fuera ahora me encontraba sola, sin mis padres, sin mi hermana pequeña, 6 semanas enteras para dedicarme a mí, a mi verano, a mi vida. Para entonces ya necesitaba un cambio de aires totalmente diferente, un vuelco en mi vida. Sí, eso no estaría nada mal. Olvidar el pasado de una vez por todas y centrarme en mi presente. Porque a veces es necesario echarlo todo fuera y poner candado a los recuerdos. Dejarlos allí encerrados, en un minúsculo baúl, tan sumamente comprimidos que hasta lleguen a desaparecer.
Recuerdo con total claridad el momento en el cual el avión encendía sus luces, sacaba las ruedas, y se preparaba para aterrizar. Miraba por la ventana, que sitio tan perfecto; el mar, mucha vegetación y un precioso paisaje. Miraba con total expectación el inmenso mar color azul cielo, resplandeciente en un día de verano. En estos momentos el sol brillaba en lo alto del cielo, dejando un destello de luz clara sobre el horizonte de aquella playa de arena blanca y fina. Maravilloso lugar. Junto a una maravillosa persona. Allí estaba ella, comiendo frutos secos regalados por una simpática azafata, temblando de los nervios por llegar al lugar al que más deseaba en el mundo; al Caribe.
- Elena ¿te importaría dejar de comer frutos secos? Llevas una hora sin parar, y estas estresándome.
Era impresionante como una persona que comía tanto como ella podría estar tan sumamente delgada. Increíble pero cierto. Así era mi mejor amiga.
Una vez preparadas, con la maleta a nuestro alcance y el equipaje de mano salimos por aquella puerta, buscando lo que realmente había sido el motivo de hacer una grata visita a este maravilloso lugar. Allí estaba lo que buscábamos. Una señora de unos posibles 50 años sostenía un cartel en la mano con las letras grandes y claras que decía: ``SALEM BEACH´´.
Elena me miró con lágrimas en los ojos. De una vez por todas iba a cumplir su sueño. Observé con atención a la curiosa señora que sostenía el cartel. No tenía pinta de monitora por lo que supuse que habría sido contratada unos días antes. Nos recogía en el aeropuerto, nos llevaba al recinto y se volvía a su casa, posiblemente a hacer la comida. Por su aspecto físico parecía que llevaba un buen tiempo habiéndose descuidado de sí misma. Comenzaban a aparecer pequeñas arrugas por la frente y la barbilla y alguna que otra cana asomaba por su pelo negro y corto. Podría arriesgarme a sospechar que podría ser viuda, pues no tenía cara de muchos amigos. Más bien todo lo contrario. De no ser porque no era demasiado joven hubiera sido una de esas monitoras que deciden hacerte la vida imposible durante lo que creías que iba a ser el verano de tu vida.
- ¡Nicole! ¿Se puede saber en qué narices estás pensando? Tanto tiempo hablando de este momento, de que iba a ser maravilloso, y no as quitado aún la cara de dormida que traías del avión.
- Lo sé Elena – la sonreí – pero ya estoy mucho más despejada. Sólo me falta un poco de brisa del mar y ¡listo! Volveré a ser yo. No voy a dejarte plantada en el viaje de nuestra vida
Ella sonrió. La verdad es que es la mejor amiga que alguien puede tener. Siempre animando en todo, siempre feliz, siempre robándote una sonrisa en los días tristes. Con ella siempre sabrás que cuando te caigas va a haber alguien allí para levantarte siempre.Nos acercamos lentamente a la señora del pelo negro. Ella pareció darse cuenta de que la estábamos buscando y se giró hacia nosotras.
- Hola chicas. ¿Vais al Salem Beach?
- Sí, es nuestro primer año y la verdad es que estamos un poco nerviosas porque no sabemos como hacer todo esto, ya me entiende, como acercarnos a la gente, como saber el camino correcto… - bla bla bla. Elena siempre hablando cuando no es necesario. Lo peor es que no se calla ni debajo del agua. En eso, debo de reconocer, que es la tía más pesada del planeta
La señora la interrumpió diciendo:
- Soy Amanda, si necesitáis algo aquí estoy. El autobús está justo en la calle a la derecha. Salid por esa puerta. Encontrareis un cartel como este. – nos señaló al que lleva en las manos
Efectivamente no me equivocaba. Tiene cara de pocos amigos, en realidad, no debe tenerlos. Menuda gente.
De camino al autobús observé que había muchísima gente, toda más o menos de nuestra edad. Resultaba gracioso verlo, en grupos de máximo 4 personas. Y todos ellos deseando conocer a más gente. Por un lado estaba un grupo de 4 chicos que miraba de reojo a otro de 3 chicas, dos morenas y una rubia. Dudo que se conocieran de algo pero el caso es que aquellos no dejaban de mirar. Un repentino golpe agitó mi pecho. Justo en la herida que no había dejado de sangrar durante 2 años día y noche tiempo atrás. La herida que dejó él en mi corazón cuando murió. Ese hueco vacío dentro de mí volvió a sangrar de nuevo cuando me fijé en concreto en uno de esos 4 chicos. Era tan parecido a él. Su pelo rubio, sus azules ojos, sus cejas, sus labios, sus manos, absolutamente todo. Sin quererlo un recuerdo se filtró en mi cabeza, entró así, sin preguntar, sin pedir permiso; incumpliendo la norma que había jurado yo misma hace apenas unos meses: no lo recordaría jamás.
Pero ese recuerdo volvió a invadir mi mente. Vi con total claridad el paseo que dimos antes del accidente, con ese gran helado de fresa entre las manos. Riendo sin parar en el hermoso parque. Me dijo:
- ¿sabes qué? A veces me paro a pensar si nuestro destino es estar juntos, y me invade la sensación de que no todo está hecho para siempre. Pero cuando te veo y estoy contigo es al revés. Sé que tu lugar es aquí, conmigo.
Recordar el momento de ese beso fue lo que abrió por completo esa herida que estaba sangrando de nuevo. Pero ahora venia la peor parte de mis recuerdos. Temblando pude apreciar el momento en el que cruzaba la calle para comprarme ese enorme ramo de rosas que había en la mejor floristería del país. Aprecié el momento en el aquel coche gris giró la calle a toda velocidad sin precaución ninguna, saltándose el semáforo en rojo y llevándose por delante el cuerpo de un chico de 16 años. El cuerpo de mi chico de 16 años. En ese instante, recuerdo que me di cuenta de que realmente las cosas no están hechas para durar por siempre. En ese momento me di cuenta de que la vida es tan injusta, que hasta los que tienen más que nadie pueden perderlo todo en un solo segundo. Porque la vida tiene más fuerza que un guerrero, si te da un golpe muy fuerte puedes sufrir sus consecuencias durante el resto de tus días
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