
Un estridente grito me ayudó a bajar de mis pensamientos. Era Elena:
- ¿Se puede saber que te pasa hoy, Nicole? Oh, ¡no me creo que estés llorando!
- ¿Qué? ¿Llorando? Ah, No es nada estoy bien, solo que ese de allí se parece tanto a…- señalé a aquel chico.
- Oye Nicole, hemos hablado muchas veces sobre este tema. Ya sabes lo que tienes que hacer. Es importante que cumplas tu promesa. De hecho llevabas tiempo sin acordarte…- lo dijo secándome una lagrima que caía por mi mejilla.
La abracé con todas mis fuerzas e intenté dejar de llorar. Más o menos lo conseguí, la miré a los ojos y no tengo ni idea de cómo, pero consiguió sacarme una media sonrisa.
- ¿sabes qué? Que este va a ser el verano de nuestras vidas, y no pienso dejar que lo empecemos así. Ha sido nuestro sueño siempre el venir aquí. Y ahora que lo estamos consiguiendo no voy a echarme atrás. – La gran sonrisa que inundó mi cara fue la que, de pronto, cerró de golpe esa herida enorme de mi pecho. Una vez más lo había conseguido, pero gracias a mi mejor amiga.
De pronto, un chico chocó con mi espalda bruscamente. Me giré esperando un ‘disculpa’ o algo por el estilo. Pero nada. Ni se inmutó. Pasó por delante de mí riendo con sus 4 amigos.
-¡Ey! ¡Se pide perdón idiota! ¡Haber si aprendemos a ser educados!
Entonces me arrepentí de que Elena hubiera pronunciado esas palabras. Aquel chico se dio la vuelta y se dirigió hacia dónde estábamos nosotras.
- ¿Perdona? Repite eso por favor, creo que no te he oído bien.
¡Vaya! Era realmente guapísimo. Últimamente la gente está demasiado desaprovechada. Los más guapos suelen ser los más gilipollas.
Como era de esperar, Elena no se cortó en absoluto y le respondió:
- Mira, tocas a mi amiga y me has tocado a mí, ¿entiendes? Asique yo que tú me daría la vuelta y me metería en al autobús antes de que te arrepientas del todo.
A veces, Elena se pasa demasiado. Creo que ahora él se había cabreado mucho más. Por otro lado, a su derecha se encontraban todos sus amigos, riendo a carcajadas por el comentario de mi mejor amiga. Cómo ya no soportaba más la vergüenza que me estaba haciendo pasar decidí calmar la situación:
- vale ya Elena, olvídate de él, ignórale. Vamos a subir al autobús.
La agarré fuertemente del brazo y la empujé hacia la dirección en la que se encontraba el vehículo. Ella siguió con la mirada a ese chico hasta que entró dentro.
- ¡Qué estupido! ¿Has visto cómo me miraba?
- Escúchame Elena, no sigas porque no merece la pena. Ignórales, como si no existieran, ¡no lo eches todo a perder el primer día!
Nos sentamos en un sitio de dos situado a la derecha del autobús, más o menos a la mitad. Una chica de unos 16 años, que había entrado tras nosotras, no conseguía colocar la maleta en la parte de arriba de su asiento. Se había sentado a nuestra misma altura pero en los de la izquierda. Iba sola asíque decidí ayudarla. Sería la ocasión perfecta de hacer algún amigo más. Me levanté de mi asiento y la ayudé. Pesaba muchísimo.
- Gracias- dijo con una voz tímida.
- De nada- contesté intentando parecer simpática- ¿Vienes sola?
- Si... No conozco a nadie – sonrió un poco.
- Yo soy Nicole y ella es Elena
Elena saludó con la mano desde su asiento.
- Yo soy Sandra.
El autobús arrancó y el viaje se me pasó demasiado rápido. A pesar de que duró aproximadamente una hora.
Aquella chica, Sandra, era bastante agradable. Estuvimos todo el viaje hablando las tres y nos contaba cómo se le ocurrió venir aquí.
Cuando ya casi estábamos llegando dejamos de hablar para observar todo lo que había a nuestro alrededor. Era impresionante. Era un lugar de ensueño.
El campamento estaba muy solitario. Todo a su alrededor era desierto. No había nada. Y eso le hacía aún más interesante.
Era un grandísimo recinto rodeado de árboles, junto a la cristalina playa. Tan solo se veían unos cuantos edificios que supuse que serian las instalaciones del lugar.
Pero lo que más llamó mi atención era la cantidad de lugares que había por alrededor para explorar, para rebuscar, para ser feliz cómo llevábamos tanto tiempo deseando.
Y llegó el momento, el autobús se detuvo por fin. Salimos las tres a buscar la maleta. Una sensación de felicidad invadió mi corazón. Ese olor a playa, a Caribe… Era increíble.
Ya habíamos llegado y ahora solo tocaba una cosa: ¡Disfrutar de la vida!¡Disfrutar de estas 6 semanas, vivir mi vida! Ya era hora… Mientras me quedaba embobada mirando las instalaciones, unos golpecitos suaves en el hombro hicieron que me girase, y al hacerlo vi al chico que me había empujado antes.
-Disculpa por el empujón de antes…Soy Stefan-Me tendió la mano amablemente, y yo se la estreché -
-Tranquilo, no pasa nada. Yo soy Nicole, y la chica fanfarrona-me gire hacia Elena, que hablaba animadamente con Sandra- es Elena, mi mejor amiga.
Stefan me miró y luego sonrió. Aquella sonrisa hizo que la misma brecha que se me había abierto cuando le había visto por primera vez se volviese a abrir. No podía evitar fijarme en lo mucho que se parecían, en la misma sinceridad de sus sonrisas, en sus ojos azules…. Stefan pareció darse cuenta de que me pasaba algo, y me preguntó amablemente.
-¿Te encuentras bien?
-Sí, sí, gracias.- Iba a añadir algo más, pero Amanda y otros dos chicos se acercaron al grupo y comenzaron a distribuirnos en las habitaciones del complejo.
-Elena Binjou y Nicole Lexington, habitación 123, en el edificio C- Elena y yo nos miramos y nos acercamos a recoger la llave de nuestra habitación- Aquí tenéis el horario de actividades y un mapa del complejo para los primeros días. Divertíos.
Elena y yo salimos corriendo hacia el edificio donde estaba nuestra habitación. Cuando abrí la puerta, Elena chilló como una loca y se tiró en plancha en una cama que estaba situada junto a la puerta del baño.
-¡Me pido ésta!
Mientras yo me desternillaba de risa y me acercaba a la cama que estaba situada a la ventana, alguien llamó a la puerta de nuestra habitación. Elena se levantó y fue A ABRIR LA PUERTA MIENTRAS YO ME METÍA EN EL BAÑO A ASEARME. Después del insufrible viaje mi cara era espantosa, asique me desmaquille y volví a maquillarme. M estaba pintando la raya cuando escuché gritar a Elena una serie de tacos que más bien parecían salidos de la boca de un rapero
-¡Elena! ¡Por Dios!
-Nicole, dile a tu amigo Stefan que se largue de aquí, que tú hablas italiano, y a mi o no me entiende o no me quiere entender-No pude evitar sonreír, después de todo Stefan había venido a verme. Pero volví a ver aquella sonrisa, y otra vez aquella sensación de mareo se apoderó de mí. Mientras intentaba no caerme, me acerqué a Stefan y le sonreí lo mejor que pude:
-Stefan, creo que no deberías estar aquí
-Perdona, pero el toque de queda es dentro de dos horas, y pensé que tal vez OS apetecía-levanto la voz mientras pronunciaba esas palabras-venir conmigo y mis amigos a dar una vuelta.
Evidentemente, yo estaba a punto de echarme a llorar y de decirle que no, pero Elena se me adelantó y dijo un sí en todos los idiomas que conocía, mientras movía frenéticamente la cabeza.
-Perfecto! Danos tres minutos y allí estaremos

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