
Posiblemente esta haya sido la época en la que más haya aprendido acerca de la vida. Aún recuerdo los primeros días en aquel campamento… Teníamos 17 años y estábamos en la típica edad adolescente en la que, según dicen todas las madres, no hay quien nos entienda. Posiblemente fuera eso, o posiblemente es que no querían entendernos; fuera lo que fuera ahora me encontraba sola, sin mis padres, sin mi hermana pequeña, 6 semanas enteras para dedicarme a mí, a mi verano, a mi vida. Para entonces ya necesitaba un cambio de aires totalmente diferente, un vuelco en mi vida. Sí, eso no estaría nada mal. Olvidar el pasado de una vez por todas y centrarme en mi presente. Porque a veces es necesario echarlo todo fuera y poner candado a los recuerdos. Dejarlos allí encerrados, en un minúsculo baúl, tan sumamente comprimidos que hasta lleguen a desaparecer.
Recuerdo con total claridad el momento en el cual el avión encendía sus luces, sacaba las ruedas, y se preparaba para aterrizar. Miraba por la ventana, que sitio tan perfecto; el mar, mucha vegetación y un precioso paisaje. Miraba con total expectación el inmenso mar color azul cielo, resplandeciente en un día de verano. En estos momentos el sol brillaba en lo alto del cielo, dejando un destello de luz clara sobre el horizonte de aquella playa de arena blanca y fina. Maravilloso lugar. Junto a una maravillosa persona. Allí estaba ella, comiendo frutos secos regalados por una simpática azafata, temblando de los nervios por llegar al lugar al que más deseaba en el mundo; al Caribe.
- Elena ¿te importaría dejar de comer frutos secos? Llevas una hora sin parar, y estas estresándome.
Era impresionante como una persona que comía tanto como ella podría estar tan sumamente delgada. Increíble pero cierto. Así era mi mejor amiga.
Una vez preparadas, con la maleta a nuestro alcance y el equipaje de mano salimos por aquella puerta, buscando lo que realmente había sido el motivo de hacer una grata visita a este maravilloso lugar. Allí estaba lo que buscábamos. Una señora de unos posibles 50 años sostenía un cartel en la mano con las letras grandes y claras que decía: ``SALEM BEACH´´.
Elena me miró con lágrimas en los ojos. De una vez por todas iba a cumplir su sueño. Observé con atención a la curiosa señora que sostenía el cartel. No tenía pinta de monitora por lo que supuse que habría sido contratada unos días antes. Nos recogía en el aeropuerto, nos llevaba al recinto y se volvía a su casa, posiblemente a hacer la comida. Por su aspecto físico parecía que llevaba un buen tiempo habiéndose descuidado de sí misma. Comenzaban a aparecer pequeñas arrugas por la frente y la barbilla y alguna que otra cana asomaba por su pelo negro y corto. Podría arriesgarme a sospechar que podría ser viuda, pues no tenía cara de muchos amigos. Más bien todo lo contrario. De no ser porque no era demasiado joven hubiera sido una de esas monitoras que deciden hacerte la vida imposible durante lo que creías que iba a ser el verano de tu vida.
- ¡Nicole! ¿Se puede saber en qué narices estás pensando? Tanto tiempo hablando de este momento, de que iba a ser maravilloso, y no as quitado aún la cara de dormida que traías del avión.
- Lo sé Elena – la sonreí – pero ya estoy mucho más despejada. Sólo me falta un poco de brisa del mar y ¡listo! Volveré a ser yo. No voy a dejarte plantada en el viaje de nuestra vida
Ella sonrió. La verdad es que es la mejor amiga que alguien puede tener. Siempre animando en todo, siempre feliz, siempre robándote una sonrisa en los días tristes. Con ella siempre sabrás que cuando te caigas va a haber alguien allí para levantarte siempre.Nos acercamos lentamente a la señora del pelo negro. Ella pareció darse cuenta de que la estábamos buscando y se giró hacia nosotras.
- Hola chicas. ¿Vais al Salem Beach?
- Sí, es nuestro primer año y la verdad es que estamos un poco nerviosas porque no sabemos como hacer todo esto, ya me entiende, como acercarnos a la gente, como saber el camino correcto… - bla bla bla. Elena siempre hablando cuando no es necesario. Lo peor es que no se calla ni debajo del agua. En eso, debo de reconocer, que es la tía más pesada del planeta
La señora la interrumpió diciendo:
- Soy Amanda, si necesitáis algo aquí estoy. El autobús está justo en la calle a la derecha. Salid por esa puerta. Encontrareis un cartel como este. – nos señaló al que lleva en las manos
Efectivamente no me equivocaba. Tiene cara de pocos amigos, en realidad, no debe tenerlos. Menuda gente.
De camino al autobús observé que había muchísima gente, toda más o menos de nuestra edad. Resultaba gracioso verlo, en grupos de máximo 4 personas. Y todos ellos deseando conocer a más gente. Por un lado estaba un grupo de 4 chicos que miraba de reojo a otro de 3 chicas, dos morenas y una rubia. Dudo que se conocieran de algo pero el caso es que aquellos no dejaban de mirar. Un repentino golpe agitó mi pecho. Justo en la herida que no había dejado de sangrar durante 2 años día y noche tiempo atrás. La herida que dejó él en mi corazón cuando murió. Ese hueco vacío dentro de mí volvió a sangrar de nuevo cuando me fijé en concreto en uno de esos 4 chicos. Era tan parecido a él. Su pelo rubio, sus azules ojos, sus cejas, sus labios, sus manos, absolutamente todo. Sin quererlo un recuerdo se filtró en mi cabeza, entró así, sin preguntar, sin pedir permiso; incumpliendo la norma que había jurado yo misma hace apenas unos meses: no lo recordaría jamás.
Pero ese recuerdo volvió a invadir mi mente. Vi con total claridad el paseo que dimos antes del accidente, con ese gran helado de fresa entre las manos. Riendo sin parar en el hermoso parque. Me dijo:
- ¿sabes qué? A veces me paro a pensar si nuestro destino es estar juntos, y me invade la sensación de que no todo está hecho para siempre. Pero cuando te veo y estoy contigo es al revés. Sé que tu lugar es aquí, conmigo.
Recordar el momento de ese beso fue lo que abrió por completo esa herida que estaba sangrando de nuevo. Pero ahora venia la peor parte de mis recuerdos. Temblando pude apreciar el momento en el que cruzaba la calle para comprarme ese enorme ramo de rosas que había en la mejor floristería del país. Aprecié el momento en el aquel coche gris giró la calle a toda velocidad sin precaución ninguna, saltándose el semáforo en rojo y llevándose por delante el cuerpo de un chico de 16 años. El cuerpo de mi chico de 16 años. En ese instante, recuerdo que me di cuenta de que realmente las cosas no están hechas para durar por siempre. En ese momento me di cuenta de que la vida es tan injusta, que hasta los que tienen más que nadie pueden perderlo todo en un solo segundo. Porque la vida tiene más fuerza que un guerrero, si te da un golpe muy fuerte puedes sufrir sus consecuencias durante el resto de tus días

¡Hola! Tal vez no te suene de nada mi nombre, sería lo mas normal (: Soy Victoria Way Farer, de tuenti. Hace poco me mandaste un evento sobre este blog, y la verdad he tenido muy poco tiempo para pasarme por aquí.
ResponderEliminarPero después de leer todas las buenas críticas que tenía, pues me he decidido, y no sabes lo que me gusta. En serio, escribes genial, tienes madera para esto.
Bueno, ya me despido, te adjunto mi blog para que te pases por allí cuando puedas, no es ni la mitad de genial que este, pero bueno, algo es algo ;)
http://biichiito.blogspot.com/
¡Un beso muy fuerte!